Oculto entre la niebla del apego,
acecha con su pulso silencioso,
y entre los corazones en reposo,
sin discriminación va abriendo fuego.
Un mercenario de objetivo ciego
que abate por el precio más precioso;
sin distinguir lo ajeno de lo hermoso,
primero mata y dona vida luego.
Jamás se ve venir, mas se barrunta
en un escalofrío repentino,
un eco que en el pecho se arrodilla.
Su mira telescópica no apunta
a la cabeza. Rápido y con tino,
los muros de la sensatez astilla.