Un dolor en el pecho me hace evaluar la vida,
la presión en el tórax la confundo con mi corazón.
Mientras escribo, el dolor me toma de sorpresa,
pido ayuda y no me creen de verdad;
me levanto tocándome, hacia la cama voy.
En medio del dolor, mis lágrimas se escapan,
pidiendo a Dios más tiempo, un poco más de vida.
Pensando en mis hijas, en mi esposa, en dejarles
algo más que simples palabras y detalles
que soporten la pérdida de un ser amado,
de un loco poeta que siempre vivió en libertad.
Con fuerza y entereza me levanté sin pensar,
aceptando los designios de Dios sin renegar.
Con mis hijas apoyándome corrí al hospital,
alertando a la familia... ¿para qué? ¿Qué más da?
Igual, yo acostado y asustado, solo quedaba esperar.
Agujas se incrustaban en mi piel,
enfermeras entraban más de una vez.
El dolor en el pecho comenzaba a desvanecer,
la atención y la bondad no me faltaban,
acompañado de mis hijas, yo volvería a nacer.
Morir hoy no es opción, no puedo;
siento el amor de Dios en todo mi ser.
Un llamado resuena: vivir un día a la vez,
pues los médicos no hallan explicación,
piensan que el esternón se cerró sin razón.
¡Volver a casa, qué felicidad!
El dolor aún queda, pero pasará.
La vida continúa, aún hay más por dar;
encontré la respuesta: era la ansiedad,
respuesta del cuerpo, reacción natural.
Me duele el pecho… debo aprender a controlar.
Un dolor de opresión va más allá del amor:
unos lloran por heridas, otros por mutilación.
Se puede superar con convicción y valor,
descansando un momento en relajación,
viviendo la vida con menos presión.
Respira y relájate una vez más,
abraza tu pecho con mucho amor,
siente el latir de tu corazón
disfruta el momento sin obsesión,
alégrate, vive con mucho amor.
A.V.A.N.
Elaborado: 8-15-2026