Andres Almina Negrete

Un dolor en el pecho

Un dolor en el pecho me hace evaluar la vida,
la presión en el tórax la confundo con mi corazón.
Mientras escribo, el dolor me toma de sorpresa,
pido ayuda y no me creen de verdad;
me levanto tocándome, hacia la cama voy.

En medio del dolor, mis lágrimas se escapan,
pidiendo a Dios más tiempo, un poco más de vida.
Pensando en mis hijas, en mi esposa, en dejarles
algo más que simples palabras y detalles
que soporten la pérdida de un ser amado,
de un loco poeta que siempre vivió en libertad.

Con fuerza y entereza me levanté sin pensar,
aceptando los designios de Dios sin renegar.
Con mis hijas apoyándome corrí al hospital,
alertando a la familia... ¿para qué? ¿Qué más da?
Igual, yo acostado y asustado, solo quedaba esperar.

Agujas se incrustaban en mi piel,
enfermeras entraban más de una vez.
El dolor en el pecho comenzaba a desvanecer,
la atención y la bondad no me faltaban,
acompañado de mis hijas, yo volvería a nacer.

Morir hoy no es opción, no puedo;
siento el amor de Dios en todo mi ser.
Un llamado resuena: vivir un día a la vez,
pues los médicos no hallan explicación,
piensan que el esternón se cerró sin razón.

¡Volver a casa, qué felicidad!
El dolor aún queda, pero pasará.
La vida continúa, aún hay más por dar;
encontré la respuesta: era la ansiedad,
respuesta del cuerpo, reacción natural.
Me duele el pecho… debo aprender a controlar.

Un dolor de opresión va más allá del amor:
unos lloran por heridas, otros por mutilación.
Se puede superar con convicción y valor,
descansando un momento en relajación,
viviendo la vida con menos presión.

Respira y relájate una vez más,

abraza tu pecho con mucho amor,

siente el latir de tu corazón

disfruta el momento sin obsesión,

alégrate, vive con mucho amor.

A.V.A.N.

Elaborado: 8-15-2026