Vas exhibiendo tu oro,
con ojos que tienen como gemas al fuego,
en un ardiente conjuro,
hacia donde la noche alza su trono...
Encendiendo el ultra-cielo,
y al rostro de mi anhelo, con tu oro pleno,
que es mi codicia y deseo...
¡ay, amor, que yo quiero tenerlo!
Extiende a mí tu mano,
y no me digas un \"no\" contra todo,
que no hay motivo,
que tu mundo, amor, para mí es lo único...
Yo te pido ese oro,
e invento este poema para celebrarlo,
al calor de tu incendio,
con Dios arriba, dando legitimidad al acto...