Quiero que sepas
que nunca te vas.
En mi sombra te descubro,
en mi centelleo apareces,
hasta en la oscuridad.
Y canto callando
en el silencio huidizo
de la distancia
que no siempre
es ausencia.
Si tú me dices: ven,
me hallarás
en medio de nuestro ruido.
Estás como espuma en la ola,
como lava en el cráter
achicharrante.
El eco, aunque se quiebre,
reconoce mi voz
que dice:
cuenta conmigo.
Si un día mis piernas tiemblan
y mi boca calla,
no se han ido las palabras:
la esperanza inhala en savasana.
Que sepas, quiero,
cuentas con mi sombra,
con mi desvelo,
con el filo y el abrazo,
no para salvarnos,
sino para recordar
que somos
la mordida y la cura.
Y aunque no llames,
aunque,
aunque,
será suficiente, será demasiado:
saber que sabes,
que podemos,
confiar en la herida,
confiar en la llama,
confiar, amor mío,
en que somos
lo que arde y lo que calma.