La ansiedad no es debilidad,
es una batalla silenciosa
que pocos comprenden
pero que muchos libramos.
Es tormenta,
sí,
pero ninguna tormenta dura para siempre.
Tras cada nube,
el cielo encuentra la calma.
Quien vive con ansiedad
también aprende el valor del respiro,
la fuerza de un pequeño paso,
la belleza de resistir un día más.
Porque no eres tu ansiedad:
eres la esperanza que aún camina,
el corazón que no se rinde,
la luz que sigue brillando
a pesar de la niebla.