En la ciudad silenciosa camina la sombra, pasos ligeros entre callejones estrechos, el aliento de los vivos suspendido, mientras el eco de un grito lejano se apaga entre las paredes frías. Hay un cuchillo que brilla bajo la luna, espera manos desconocidas, pacientes, como un pensamiento oscuro que se insinúa en las habitaciones donde el miedo respira.
Los faroles tiemblan, los gatos se esconden en los subterráneos, y la niebla trae consigo un olor a sangre que nadie se atreve a nombrar.
El corazón late rápido, cada sombra se vuelve sospecha, cada paso podría ser el último, porque en la ciudad de las pesadillas incluso el silencio es asesino.
Y tú, lector, escucha: la noche tiene memoria, y quien camina solo entre sueños rotos puede oír todavía el susurro de quienes nunca volverán.