Las calles de Atlanta
hoy huelen a orín
y nísperos, el paisaje
sublime de los vagabundos
-adictos al Jaco, queriendo
volver a vivir ese paroxismo-
Su cuerpo se adapta a la
ultraviolencia de su terreno,
el barrio es suyo, barrio
de perdedores, de chaperos,
chulos y yonkis, realismo sucio.
Su cuerpo gira como una peonza
-delgadez extrema del ser-
al recibir la funesta noticia
de que su carácter autodestructivo
se ha convertido en olas marchitas.
En pederastas que sostienen
teorías ideológicas tan bellas
que nublan su crueldad anormal.