Eduardo Yengle

FUGITIVO

Abre la puerta principal estrepitosamente, si hubiera alguien en casa seguro habría saltado del susto, pero no hay nadie, sabe que no hay nadie, y ya más nunca habrá nadie; no hay tiempo de lamentarse, recordar o extrañar, simplemente no hay nadie. Avanza hasta el pasadizo que conduce a su antiguo cuarto, al baño y la cocina. Llega a la puerta, gira la chapa oxidada que prometió, tiempo atrás - cuando las cosas andaban bien - cambiar. Trata de encender la luz ¿no había dejado corridas las cortinas? Piensa, no puede ver nada, no encuentra el interruptor ¿¡Dónde está el maldito interruptor!? Sigue buscando sin éxito, comienza a palmar con fuerza la pared, recuerda que el interruptor se encontraba cerca, pero no lo encuentra. La desesperación comienza a nublar su mente, empieza a ver formas en la oscuridad; sabe que no hay nada, que no hay nadie... ¿No hay nadie? ¿Y si alguien retiró el interruptor? Qué tal si en ese instante alguien se le lanza encima, o algunos ¿Que podría hacer? Encuentra el interruptor, enciende la luz, ingresa, NO-HAY-NADIE. Introduce la mano en el bolsillo de sus jeans color negro desteñido y retira el celular encendido, pantalla encendida, \"brrr - brrr - brrr\" sin dejar de vibrar. lanza el aparato sobre la cama. Arrima la silla desgastada del escritorio y se sienta en ella, quiere pensar, trata de hacerlo, pero ese \"brrr - brrr - brrr\" insoportable no se detiene. No despega la vista el celular, sin pestañear, una llamada tras otra, estira su brazo tratando de alcanzarlo sin éxito, lo obliga a levantarse de la silla y así lo hace. Sentir la necesidad... no, la obligación de hacerlo, ser esclavo de ese aparato lo llena de ira \"brrr - brrr - brrr\" coge el celular solo para lanzarlo con fuerza contra la pared, el impacto es fuerte, pero cae al suelo funcionando todavía, vibrando sin parar, pantalla encendida, quebrada pero encendida. - Ya basta ¡Deja de llamar! - grita. Vuelve a sentarse, esta vez al borde de la cama, reposa sus codos sobre sus piernas sosteniéndose la cabeza, sacudiendo suavemente su cabello como si de un pésimo masaje se tratara. Un recuerdo lo sacude, de inmediato levanta la cabeza, mirando al vacío. Reacciona, regresa a la silla del escritorio y abre el segundo cajón del mueble \"brrr - brrr - brrr\". Retira varios sobres manila: ninguno de ellos contiene lo que busca. Termina de vaciar el cajón por completo y continua con los demás, encuentra DVD’s, revistas de todo tipo, cartas, caramelos, más sobres manila, hojas sueltas, pero no es lo que necesita, nada de eso. “Piensa, carajo ¿dónde está?” Sigue buscando; sin éxito. Se levanta en dirección al clóset, desliza la gruesa puerta de madera con algo de esfuerzo y comienza a escarbar en las esquinas más profundas del armario dejando ropa y desorden alrededor. Nada, cae al piso lleno de todo lo que contenía el closet, agitado, sin saber qué hacer. Observa una prenda que no encaja con los colores abundantes que llenan su antigua habitación, coge el sostén rosa pálido y recuerda, trata de recordar, y cuando lo hace... no hay vuelta atrás, si tan solo no hubiera tomado la opción más difícil. “tú me advertiste” Pero su orgullo siempre fue - y es - más fuerte. No hay tiempo de nada, ni arrepentimientos, ni perdones, no hay nada. Gatea en dirección al celular parcialmente destruido, saca la tapa protectora y retira la batería, tirándola por la ventana, pero falla al tratar de mandarla fuera, la ventana se encontraba cerrada y no lo recordaba. \"brrr - brrr - brrr\" aún lo escucha, esa sensación de hormigueo en la pierna, como si llevara el celular ahí mismo, en la mano que sostiene su celular inerte, tiembla. \"Contrólate, maldita sea\" Suelta el celular y deja el cuarto para ir al baño: quiere mojarse el rostro, refrescarse. Solo pudo dar dos pasos cuando escucha el \"rin - rin\" del teléfono fijo. Cambia de dirección y corre a la sala, deteniéndose en el marco que conecta con el pasadizo \"rin -rin - rin\" Mira el teléfono inalámbrico al costado del televisor, sobre la cómoda de imitación. Se acerca, levanta el insoportable aparato y ojea el número de llamada que aparece en la pequeña pantalla verde. Las cifras le resultan conocidas de inmediato \"rin - rin - rin\" Figura el número de ella... pero no es ella, ella ya no está ¡NO ESTÁ!. Cuelga, suelta el teléfono inalámbrico sin ver exactamente donde lo deja y decide... \"rin - rin - rin\" suena nuevamente el teléfono. No va a parar, sabe que no va a parar. Resignado, decide ahora solo sentarse en el sofá \"Fui un cobarde ¿verdad?\" comenta al aire, al teléfono o a la nada. “Véngalos” Susurros le responden. \"rin - rin - rin\" “Véngalos” “¿A quiénes? ¿quiénes son?” No hay nadie, sabe que no hay nadie “¡VENGAME!” Esta vez sí sabe quién es, reconoce su voz, muy dentro de él. “Si voy a volver a verte, es mejor tener una muy buena excusa” Piensa, sonrie, realmente desea volver a verla, otro recuerdo lo impacta, se levanta de golpe y regresa al cuarto. Coge su mochila y comienza a guardar lo que le parece de mayor utilidad. Alza el colchón de la cama con dificultad y encuentra un sobre naranja doblado \"rin - rin -rin\" Lo guarda escondiéndolo bajo prendas ligeras que coge del suelo. Cierra la mochila y sale del cuarto, va a la cocina y coge el último ejemplar adquirido y presumido por su madre para cortes y rebanadas precisas, sin admirarlo, lo guarda sin cuidado en la mochila y cierra la cremallera. Regresa a la sala, avanza rápido y abre la puerta principal. Afuera, el tiempo se detiene para él. Un sujeto se muestra sonriente, bien vestido, con un celular pegado a la oreja, celular que reconoce muy bien, tiene el color favorito de ella, es rosa pálido. No está solo, mueve la mano realizando un gesto comprensible solo para sus acompañantes, ahora todos observándolo a él. Desliza el cierre de su mochila colocada en el pecho “¡VENGAME!” esta vez escucha varias voces, voces familiares, voces que extraña. Los sujetos avanzan hacia el fugitivo, pero esta vez, esta vez no volteará, está decidido, decide dar el primer paso al frente, el más importante de su vida.