Hay una vida para caminar recto,
con pasos que no dejan huella,
con días que se repiten
como el eco de una campana lejana.
Esa vida está hecha de rutinas
que saben a café tibio,
de amaneceres que se parecen
y de atardeceres que no sorprenden.
Pero…
hay otra vida,
esa que el destino escribe
con tinta de vértigo y sueños,
donde cada instante es un salto
y cada caída, una lección que arde.
Es la vida que no espera,
la que te empuja al precipicio
para que descubras que puedes volar,
la que te llena las manos de luz
y el corazón de historias
que nadie más podrá contar.
Una vida para ser ordinarios,
sí… existe.
Pero el destino,
si lo escuchas,
te susurra que tú vi
niste
para ser extraordinario.