Tormenta Perfecta

Inventario fugaz

¿Dónde está mi bolso?

¡Ah, y mis llaves!

Voy a llegar tarde… otra vez.

Cada mañana recito mi inventario:

bolso, llaves, reloj, suéter

por si la noche decide enfriar mis planes.

Es mi canción de lunes a domingo,

aunque siempre me salto la segunda estrofa.

Mi mente, casete gastado,

rebobina, salta pistas

y a veces se queda en blanco,

como si el silencio también fuera parte de la música.

¿Cómo dar ejemplo

si ni siquiera recuerdo qué desayuné?

(Hablando de eso… son las doce).

Ya no tengo edad para excusar el olvido,

pero sí mil distracciones que lo apadrinan.

La mitad del día se esfumó

y mi lista de pendientes luce breve…

aunque sospecho que es porque olvidé la mitad.

Gracias, querido café,

por ese empujón discreto

que me recuerda que sigo aquí.

Hola, amiga, te pongo al día después.

Oh, mejor llámame… después de las diez.

Las diez son mi momento de calma:

los niños duermen,

y yo me doy permiso de respirar,

tachando mentalmente:

bolso, llaves, reloj, suéter…

y este respiro.

A veces olvido que también cuenta como un logro.