Deivid Villarreal

Los desdichados

Bienaventurados los muertos, 
porque no verán las nubes arder 
ni oirán el llanto de quienes se quedan. 

Han quedado atrás las diferencias, 
los credos, las peleas. 
Los vivos se preguntan: 
—¿Valió la pena? 

Y siguen llegando a los lugares: 
cafés, iglesias, ¡bares!