RENNY LOYO

Como un poeta maldito llegó a mi.

Cuando escribi mis primeros poemas

me creí Baudelaire,

porque siendo joven

me azotaba la angustia de mi existencia vacía.

 

Después creí madurar y empecé a escribir

como Rimbaud,

porque mi rebeldía tenía que canalizarla

dada mi alteración de mi conciencia.

 

Luego encontré que existía Verlaine

me aferré a sus pantalones pintados de letras

para ver si me poseía su gracia creadora,

en esta lírica y melancólica vida que llevo.

 

Justo entonces me encontré con Mallarmé en un café

de Acarigua, paseando como un dandy por la plaza

con ese estilo tan formal y tan perfecto

pero simbólicamente inapetecible para mí.

 

Corbiére pasaba cerca y decidí abandonar al poeta dandy de la plaza,

reía satíricamente por mi acción con aquel poeta,

se decía así mismo bretoniano,

pero andaba triste como yo y desencantado.

 

Al huir desesperadamente de la plaza buscando paz para mi espíritu

tropecé en la zona de limpiabotas, conversando de manera muy emotiva

al poeta Marceline Desbordes Valmore, como si les conociera,

atrevidamente leía un poema lirico a aquel trabajador.

 

No, ya no podía más, estaba al borde en mi desencanto,

me subí  la buseta, wawa, o como quieran llamar al transporte

y sentado con un viejo periódico de esos del año 1992

a Auguste Vlliers, imaginando, obra fantástica sobre la gente en el autobús.

 

Al sentarme, me di cuenta que, aunque extremadamente viejo,

con un saco como si tuviera frio en mi Acarigua de 32 grados centígrados

Pauvre Lelian, recitaba poemas inentendibles, como si estuviera loco,

me baje del autobús, y decide acabar con la idea loca de morir de tristeza.