El aire se vuelve frío debajo de la piel.
Se consume el oxígeno de cada célula
que intenta sobrevivir.
La mancha del deseo por quedarse
permanece tatuada y quizás
algún día, de una nueva forma,
en el pliegue de la vida habrá de verse.
Pudiendo, nuevamente,
sentir, quizás oler, y también ver.
La huella del deseo por ser amada
se reflejará en constante distracción
del momento pacífico,
y sin el beneficio perenne
de morir.
Permanecer en el momento,
Aunque se viva plenamente
es exiguo.
Hemos de recurrir
a permanecer aquí,
en otra piel,
en otra forma,
en otro espacio…
quizás.