Leoness

Al Alzheimer_2

Respetada y libre, su voz era un estandarte,

el faro en la tormenta, la guía en el arte

de vivir sin cadenas, de amar sin dudar,

con la mente tan clara como un cielo sin mar.

 

Feliz fue su risa, un eco en cada pasillo,

la reina de su historia, un sol de amarillo

que pintaba los días con versos de paz,

con la seguridad de un amor que permanece.

 

Pero un intruso llegó, silencioso y cruel,

borrando los mapas del camino a su piel.

Las palabras se hicieron extrañas, los rostros, ajenos,

y un muro de miedo creció entre sus sueños.

 

Ahora la mano que la cuida es un rostro de temor,

la ayuda que se le ofrece es un desconocido invasor.

El respeto se ha vuelto furia, la libertad, un grillete,

y en su alma que olvida, el amor no se permite.

 

Es la misma mujer, pero en otro lugar,

donde la memoria, un océano sin orillas, un piélago.

Y el poema se detiene, porque no se puede, por más estrujar,

solo tristeza, por verla y no poderla redimir.

 

¡Un océano de congojas acompaña la escena!