La calle arde -bestia con fuego abierto-
y el niño cruza, espuma de luz breve;
su piel es bronce vivo, rostro incierto
que al aire juega y contra el sol se atreve.
Sobre el asfalto late un mundo yerto,
pero en sus manos brota un laurel leve;
del hambre hereda un corazón despierto
y en cada risa un trueno dulce llueve.
Giran sus pasos como danzas viejas,
las sombras corren, el horizonte arde;
en sus pupilas tiemblan las callejas.
Voz del alba, y un candor que no tarde.
Crece entre muros, polvo y fuego puro,
más guarda un sol que incendiará el futuro.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025