LOURDES TARRATS

Tiffany — Un homenaje a un amor que no muere

Tiffany

Cuando murió mi perrita,
algo se apagó en la casa.
El viento dejó de mover
las cortinas con su danza.

Ya no hay patas de algodón
correteando por la sala,
ni un ladrido juguetón
despertando la mañana.

¿Dónde quedó la risa suelta,
el alboroto en la alfombra,
las travesuras pintadas
en mis zapatos dormidos?

Aún escucho en el pasillo
las carreras de su espuma,
como si el aire guardara
su rastro hecho de luna.

Ella entendía mi tristeza
sin palabras, sin sonidos,
sentía en mi piel la pena
antes de que yo la admitiera.

Si lloraba, se acurrucaba,
como un sol tibio en mi invierno.
Si reía, brincaba al cielo,
como un pájaro sin miedo.

Era faro en la tormenta,
era abrigo en mis ausencias,
una brújula de amor
cuando el mundo hería con su ruido.

Nunca pidió más que un gesto,
un rincón de mi latido,
y, sin embargo, lo dio todo,
sin dudas, sin condiciones.

Hoy la casa está vacía,
pero sé que, en otra parte,
sigue corriendo en la brisa,
ladrando en el viento.

Cuando el sol besa mi frente
y acaricia mi tristeza,
sé que es ella, que regresa
con su amor, como una estrella.

Hay amores tan fieles,
que ni la muerte logra alejarlos.
— L.T.