Vive tu recuerdo eterno,
ese que no se olvida,
que sigue intacto,
como si el tiempo fuera testigo vivo
de que el alma jamás borra
lo que se volvió legado,
amor, vida…
aun en la ausencia.
Te fuiste,
pero tu recuerdo viene a visitarme
como confirmación sagrada
de que sigues siendo energía
en cada uno de mis pasos.
No olvido lo que tu amor me mostró:
fuiste camino y verdad,
la raíz de mis valores,
mi despertar hacia la causa ajena,
el llamado profundo
que nadie más se detuvo a enseñarme.
Fuiste presencia, guía
vida, esperanza,
luz eterna.
Un defensor incansable
de las causas justas.
Por eso te volviste memoria,
canción,
camino…
entre la tierra que piso
y el cielo que aún miro
en los días en que siento
que no tengo rumbo.
Cuando me preguntan
de dónde nace mi fuerza para luchar,
mi rebeldía ante la injusticia,
mi impulso de tender la mano…
miro hacia el cielo
y en su horizonte encuentro la respuesta:
aún sin estar,
sigues siendo mella viva en mi existir.
Hay hombres que al marcharse
dejan una huella intacta en el alma.
Eso fuiste tú.
Por eso vives en todo lo que soy.
Porque te represento
en cada causa que abrazo.
Tu legado no se mide en años,
se mide en la llama que dejaste encendida
en mi conciencia,
en mis pasos,
en mi voz.
Porque ahora soy yo quien camina
por los mismos senderos que tú amaste,
llevando tu causa en mi pecho
como escudo y como bandera.
Entre el cielo y la memoria
no hay despedidas.
Solo presencia invisible
que me abraza cuando dudo,
que me impulsa cuando el cansancio me
doblega.
Porque aunque partiste,
tú sigues aquí,
viviendo conmigo
en cada acto de amor
que nace desde la justicia.