Jesús Ángel.

El renacido.

Desde que abandonó las noches
de pesadillas vividas y desvelos
interminables,
días marcados por múltiples 
caídas a los infiernos 
terrenales...

para resurgir 
de sí mismo y de 
nuevo levantarse.


Tiempo invertido en su
abismo terrenal, donde su 
propia esencia se hundía,
 entre el caos y el 
sinsentido 
del desmadre.


Días de agotamiento 
físico,  lucha interna
 y batallas mentales.

Amaneceres desbordados al
ocaso del insomnio y viajes
a lo más profundo de sus
entresijos mentales.


Conflictos intensos entre el
fulgor de su luz y el
poder de su umbría:

la claridad de su propia 
esencia y la sombra 
de su propia creación.


Viajes de vuelta a la tierra 
y al esplendor de su
vitalidad:
 arduos y complicados...


tras las huellas de aquellas 
noches sin control
 ni descanso.


Tiempos vividos, más sufridos 
que disfrutados, 
sin por ello
 rendirse ni sucumbir 
 ante sus propias
tinieblas...

 gracias a su
espíritu de lucha indomable.


Desde que dejó atrás las
cadenas de ese pasado,
 por haberse forjado
bajo el acero noble del
fuego de su alma.

Para expulsar con absoluta 
firmeza y determinación
  a la sombra del que fue...

a  los confines del 
no retorno.

Resurgió ante todas esas
noches y días de desvelos,
que lo fueron brutales.

Siendo por ello, y por todo
lo vivido desde el mismo 
nacimiento, el que ahora es...

firme, resiliente, y tan
duro como una roca.


Y ante los avatares de 
la vida, tormentas
 y tempestades:

¡ Un espíritu libre,
una mente limpia,
un alma inquebrantable!.
Capaz de hallar la claridad 
en medio de las adversidades.


Pisando con firmeza la tierra
que lo sostiene,
en busca de otra
transformación,
que lo impulse hacia adelante:


¡Otro renacido más!...

en su propia fase de
evolución constante.