Jesús Ángel.

El renacido.

Desde que abandonó las noches
de pesadillas vividas y desvelos
interminables,
días marcados por múltiples
caídas a los infiernos
terrenales, para resurgir
de sí mismo y de
nuevo levantarse.

 

Tiempo invertido en su
abismo terrenal, donde su
esencia se hundía entre
el caos y el sinsentido
del desmadre.

 

Días de agotamiento físico,
lucha interna y batallas mentales.

 

Amaneceres desbordados al
ocaso del insomnio y viajes
a lo más profundo de sus
entresijos mentales.

 

Conflictos intensos entre el
fulgor de su luz y el
poder de su umbría:
la claridad de su propia
esencia y la sombra
de su propia creación.

 

Viajes de vuelta a la tierra
y al esplendor de su
vitalidad: arduos y complicados,
tras las huellas de aquellas
noches sin control ni descanso.

 

Tiempos vividos, más sufridos
que disfrutados, sin por ello
rendirse ni sucumbir
ante su umbría:

 

Gracias a su
espíritu de lucha indomable.

 

Desde que dejó atrás las
cadenas de ese pasado,
por haberse forjado
bajo el acero noble del
fuego de su alma.

 

Para expulsar con absoluta
firmeza y determinación
a la sombra del que fue, a
los confines del no retorno.

 

Resurgió ante todas esas
noches y días de desvelos,
que lo fueron brutales.

 

Siendo por ello y por todo
lo vivido desde el mismo
nacimiento, el que ahora es
firme, resiliente y tan
duro como una roca.

 

Y ante los avatares de
la vida, tormentas
y tempestades...

 


¡ Un espíritu libre,
una mente limpia,
un alma inquebrantable!.
Capaz de hallar la claridad
en medio de las adversidades.

 

Pisando con firmeza la tierra
que lo sostiene,
en busca de otra
transformación,
que lo impulse hacia adelante:

 

¡Otro renacido más!,
en su propia fase de
evolución constante.