Por Humberto Frontado
Greco puente erguido
entre lo divino y lo humano,
sobre cimientos de susurros míticos.
Mortales cargados de sombra y angustia
vienen a ti.
Venciendo laderas del Parnaso,
esquivando vacíos de sed y peligros.
Ofrendaban sangre, vino y silencio
solo por escuchar el rumor del destino.
La Pitia en trance,
con voz quebrada en eco
arroja palabras al abismo de las verdades.
Los designios del eterno vienen en enigma,
y el hombre tiembla al intentar descifrarlos.
El esfuerzo mismo da valor a la pregunta.
La incertidumbre es parte de la respuesta.
No hay certeza,
solo el culto de buscar;
en esa lucha el alma crece.
Hoy no hay templo,
ni mármol sagrado,
ni vapores que arrastren al éxtasis.
Solo una ventana luminosa que se abre,
el nuevo oráculo espera.
Trazas tus dudas con dedos ligeros.
Antes de que el miedo termine de latir,
una voz sedosa
en una funda más que artificial,
te devuelve ipso facto una verdad sin peso.
No hay misterio en sus palabras exactas,
no hay destino en sus cifras perfectas;
solo datos limpios y fríos,
como un espejo que no devuelve el alma.
El nuevo Delfos no pide fe,
no exige sacrificios ni promesas.
Entrega verdades silíceas sin trascendencia,
como monedas desgastadas.
Se perdió el ritual de la búsqueda,
el sudor del miedo y la espera.
Ahora tenemos todas las respuestas,
menos las que dan sentido a la pregunta.
¿Dónde está el destino en tanta certeza?
Adoramos el chisme que se mueve a toda velocidad.
El nuevo oráculo palpita en complejos algoritmos,
quien atónito consulte, sigue perdido.
20-07-2025