Llegaste cuando ya tenía historia.
Y tú eras sólo un libro por abrir.
Yo hablaba con palabras apagadas,
y tú… brillabas con lo no vivido.
No debió suceder, pero ocurrió.
No fue amor de novela, fue silencio.
Un roce, una mirada, una pregunta…
y el mundo se rompió por dentro, quieto.
No fuiste error: fuiste un destiempo dulce.
Yo no fui tu futuro, ni tu juego.
Nos supimos prohibidos desde siempre,
y aún así nos buscamos con el alma.
No hicimos nada… pero nos quemamos.
Dormimos separados… soñando igual.
El tiempo nos miró, burlón, cruelmente,
y dijo: “si se aman… no se toquen.”