En la vastedad del tiempo, hay momentos que no se explican con lógica ni se miden con relojes. Hay instantes en los que el alma se alinea con lo eterno, y la conciencia cruza un umbral que transforma para siempre. Hoy, en este lugar sagrado del Chocó, (Pacifico Sur. Colombia) donde el cielo toca el mar y la brisa susurra secretos antiguos, ha ocurrido algo que no es casualidad: *una conexión divina*.
Durante tres meses de silencio, de presencia, de escucha profunda, la tierra habló, el océano guió y la luz abrió un nuevo camino. Ese camino lleva un nombre: *Zelan Orai*, el nivel del viajero del cosmos, del espíritu que no se conforma con lo visible y busca lo eterno.
Esta transformación no es un capricho del azar. Es un mensaje del Todo, una señal que el alma reconoce. No vine a buscarlo. Él me encontró, porque el tiempo esperaba este encuentro. Hoy lo recibo con humildad, con gratitud, con el corazón abierto.