No fue un muro lo que me detuvo,
ni un miedo que cerrara mis puertas,
simplemente… mi alma aprendió
que no todos merecen su música.
Mi corazón no vibra con cualquiera,
no tiembla por pasos que no reconocen su camino,
ni se entrega a voces
que no saben pronunciar su nombre en silencio.
Tal vez por eso, cuando algo me toca,
lo sé antes de entenderlo,
porque hay miradas que no solo se cruzan…
se encuentran.
Y ahí, sin aviso,
la vida entera se inclina hacia un solo punto,
como si siempre hubiera sabido
que algún día llegaría.