Voy cantando a los montes,
a los valles y a los ríos,
a los campos y regadíos,
y a los nuevos horizontes.
Sé que mañana lloverá,
y hoy me toca sembrar
que pronto anochecerá
y el sol dejará de alumbrar.
Van las nubes con el viento
y con mi azada al cavar;
del sudor no me arrepiento
por lo que he de cosechar.
Mi canto es un rezo sagrado
entre el cielo y la tierra;
para que el grano sembrado
bendiga con frutos la huerta.
Mis manos cansadas
no se rinden ante este reto
porque de mis semillas regadas
crecerá el alimento completo.
El futuro que está naciendo
es mi tierra, es mi legado;
mi corazón va sintiendo
que a su raíz está ligado.
Los surcos que están labrados
son las arterias de la tierra,
fluye el agua por los sembrados
y nos aleja de la guerra.