Alberto Escobar

Papeles

 

 

Papel,
escrito o blanco,
de regalo o periódico,
papel cuaderno, papel
cartulineado, y una goma
de borrar a su lado, papel,
recuerdo, rememo
ranza de un pasado imper
fecto, difuso, longilíneo,
oasis sobre espejis
mos —y el lápiz que me dijo
que te añoraba, que sus borro
nes y cuentas nuevas eran lo
más gozoso de su vida—.
Papel pintado pintando paredes
de unos caracoles inauditos, de
colores estrambóticos y altisonan
tes —era pequeño entonces, en ca
sa, el balcón dando a un árbol
inmenso y desviado a la derecha—, 
y hoy, ya, el papel es casi vilano
al viento, carne de extinción, dato
biográfico sin olor, cuando su olor
es lo esencial, lo que transporta
al instante en que Proust, en su casa
de verano, tomaba las magdalenas
de su abuela con té y leche. 
Para contento de árboles y arbustos
el papel, constructo tecnológico ene
migo acérrimo, está perdiendo la ba
talla más importante de quiénes 
sobre la faz de la tierra: Sobrevivir. 
Pugno por recuperarlo aunque solo
sea para ejercitar a mi sabor el mágico
acto de oler páginas escritas antes, du
rante y después de una lectura.