Sentí la fantasía allende al sueño,
en el pétreo mármol de tu rostro,
en tu hermética imagen,
en tu rictus erótico.
Sucumbí seducido
al rapto celestial de tus sofocos,
al trance, tal vez místico,
de hallarme en tu presencia melancólico.
Y a resultas, prendado
del benéfico curso del sollozo
de tus lágrimas puras,
al umbral de la gloria de lo ignoto,
creí gozar la vida,
a través de tus ojos.