El cuerpo refleja lo que cargas en el corazón.
El mío es un mapa roto,
manchado de horas que no llevan a ningún lugar.
Camino, pero no sé hacia dónde,
como si el viento fuera el único que sabe mi nombre.
No tengo un faro,
ni una puerta que se abra para recibirme.
A veces pienso que me disuelvo
en la misma rutina que me mantiene de pie,
pero no viva.
La esperanza… la dejé en algún sitio
que ya no recuerdo,
quizá en un pasado donde todavía creía
que uno podía inventarse un futuro.
Ahora soy un barco sin marea,
un corazón que late
por pura costumbre.
Y el espejo me devuelve un reflejo cansado,
el mismo que me dice, sin decirlo:
no hay hogar cuando no sabes quién eres.