V. Encuentros furtivos*
Ven, no digas nada, solo respira,
que el mundo afuera no tiene sentido,
aún si tu nombre está comprometido,
yo soy la llama que nunca se retira.
Mírame lento, que mi piel conspira
con cada gesto que has ya encendido,
y si el deber te ha sido concedido,
yo soy el gozo que el deber no gira.
Tócame ahora, el tiempo es mentira,
y que tu cuerpo se rinda al pecado,
como si el cielo no fuera el testigo.
Hazlo sin miedo, que el alma delira
cuando el deseo se vuelve sagrado
y lo prohibido se convierte en abrigo.