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El Cántaro y el Mar

 

La sociedad, con su eco de alabanzas, nos tiende un cántaro, un cáliz de cristal. 
Nos susurra al oído: \"Llénalo de títulos, de nombres propios, de laureles; que sea tu escudo, tu corona, tu razón de ser\". 
Y el mundo aplaude cuando el agua,mansa,alcanza el borde.
Ahí,en la cima,muchos se quedan,con los ojos cerrados,
satisfechos de su pequeña victoria.
¡Qué ironía tan amarga!Creen poseer la sabiduría mientras solo tienen la prueba de su obediencia.

 

Pero el alma inquieta,que no se conforme con el reflejo,
desvía la mirada de su cántaro,de su prisión transparente.
Sabe que el eco de un nombre no puede saciar el hambre de un ser.
Con la humildad de la ceniza que se rinde al viento,
rompe el cristal.No por furia,sino por una liberación casi sagrada.
Y al romperse el vaso,su sed no se apaga,no se extingue...
Se vuelve abismo.

 

El alma no era un cántaro,un recipiente para la gloria ajena.
Era la marea misma,el vasto,océano inconmensurable.
Los títulos son apenas la espuma,el beso fugaz que las olas dan a la orilla.
El conocimiento,En cambio,es la profundidad que no se ve,la vida que pulsa en la oscuridad más honda,la sal que cura y el misterio que convoca.
Los pergaminos son el eco de lo que fue; el conocimiento es la voz de lo que será.
Aquí reside la gran paradoja:
para poseerlo todo,para ser infinito,Primero hay que romperlo todo.

 

Que el ego,esa pequeña roca pulida por el aplauso,
se ahogue en la inmensidad del agua salada.
Que nuestra sed se vuelva marea y nuestro ser un naufragio de certezas.
Porque la verdadera educación no está en la memoria de un nombre,
sino en la eterna,desgarradora búsqueda de lo que aún no sabemos.
Dejemos de ser el cántaro,frágil y vacío,y nos volvemos al mar,
que en cada ola de descubrimiento,canta la melodía de un alma que se atrevió a soñar con el horizonte.

JTA.