Soy el mar que te recibe,
en él no hallarás aguas mansas.
He hundido barcos
con nombres tallados como el tuyo,
he besado costas que luego
arrastré al abismo.
Llegas con tu sed y tus ríos revueltos,
con la boca hecha desvelo
y las manos temblando de esperanza.
Te escucho prometer refugios en mis rocas,
sembrarte en mi sal,
y limpiar tus tempestades
en el azul de mi cuerpo, pero no olvides:
mi calma es un rumor aprendido,
mi abrazo, a veces, engulle.
Si vienes a beberme, ven sin miedo
a la profundidad de mis encantos.
No me entierres sueños como semillas,
hazme tierra, sí, pero también orilla:
donde el agua y la piel se entienden
sin salvarse.
Yo no curo, yo abrazo lo que arde...