El crepúsculo llega, su camino
al este, donde el último destello
palpita, tuesta cálido hasta el cuello
al cielo que le llega su destino.
Y se llena el vacío quimerino,
de múltiples luceros que hacen sello,
los cometas fugaces son cabello,
pintado diestro en presto remolino
de Aurora aliento, rostro de esta hermosa
ninfa; monarca del enorme imperio
que ornan aljófares de estrellas y astros.
Haciendo lecho de este su hemisferio,
se desvanece ya ante la copiosa
flor del alba, heredera de sus rastros.