Quizás por eso se siente tan real,
porque nunca ocurrió.
Porque lo llevé conmigo,
oculto, intacto,
como un secreto que no sabe envejecer.
Te miraba pasar
y las palabras se quedaban atadas
al borde de mi boca,
temblando,
sin saltar.
Nunca supe decirte
que eras lluvia y verano,
mi pausa en el ruido,
mi razón para no faltar a clase.
Y así,
te guardé en el único lugar
donde nada se rompe:
el deseo.
Ahí sigues,
vivo como entonces,
porque jamás te tuve.