Temprano escribo,
sin convicción,
buscando una frase
que me salve.
Hay mucho ruido en mi interior
y barcos zarpando
desde mis retinas
a horizontes tan desconocidos
que mi pleamar interior
se inunda
de animalitos vertiginosos
que mueren
inmediatamente
cuando los nombro.
Son epístolas
y son epitafios;
son las angustias
de los días enfermos,
y son el material
que se curte
en el silencio de un oficio
que está despertando
una era.
Cabizbajo,
cumplo con lo que me parece justo:
dos entradas de aliento
y una explosión de amor,
que va cegando mis miradas
y batiendo un tiempo
que se ha dormido
en un reloj.