Pues nada,
aquí estoy otra vez,
en el mismo bar de siempre
viendo pasar a la gente
con mi taza de café.
Como no sé de qué hablar,
solo me dejo llevar
por si sale algo decente.
En este nuevo poema
censuraré cualquier tema
que le conlleve algún costo
al lunes once de agosto.
No hablaré
de la crítica que azota
tocándote las pelotas
con sentencias a granel.
No hablaré
del Simbad de pacotilla
mirando por la escotilla
si la quilla está al revés.
No hablaré
de las nubes de hojalata
que venden lluvias de plata
con versos de Bodelaire.
No hablaré
de los tangas virginales
que humedecen los portales
cuando el reloj da las tres.
No hablaré
de los roces sin derecho
dándose golpes de pecho
sin martillo ni cincel.
No hablaré
de los versos que te escribo
cuando pierdes los estribos
a lomos de mi corcel.
No hablaré
de los sabios y las sabias
que recetan con su labia
consejos de todo a cien.
No hablaré
de los censores modernos
que corrigen los cuadernos
sin credencial ni carné.
No hablaré
de los fatuos espejismos
adeptos al dadaísmo
a las puertas de un vergel.
No hablaré
de los textos delirantes
que los abajo firmantes
suscriben en un papel.
No hablaré
de los prolijos paliques
que te despejan la psique
discerniendo el mal del bien.
No hablaré
de los ejes cartesianos
que te marcan con sus manos
dónde te debes poner.
No hablaré
de la profesora ignota
que no te aprueba con nota
si no pasas por su arel.
No hablaré
de las piernas con bozal
abiertas de par en par
esperando a no sé quién.
No hablaré
de que carguen en mi cuenta
los cuentos que otros inventan
sin firmarme un pagaré.
No hablaré
del discurso de los santos
repetidos en sus cantos
reverberando en mi sien.
No hablaré
de los falsos testimonios
ungidos con los amonios
excretados por la hiel.
No hablaré
de las noches de sofocos
con Mafaldas y a lo loco
a las que no he vuelto a ver.
No hablaré
de lo raro que resulta
llegar a la cara oculta
de alguna luna de miel.
No hablaré
de la empresaria gafotas
que me dejó en una nota:
lo siento, ya te olvidé.
No hablaré
de aquella universitaria
que se prestó voluntaria
A quererme un día al mes.
No hablaré
de la pura Cenicienta
que algunas veces me tienta
a no ser como ella es.
No hablaré
de las damas puritanas
que en las duchas freudianas
dejan el chorro correr.
No hablaré
de recordarme a mí mismo
que cuando caiga al abismo
no habrá debajo una red.
No hablaré
de los finales felices
que no dejan cicatrices
en el alma de la piel.
No hablaré
de las tristes despedidas
sin un galán que te diga:
con permiso, mademoiselle.
Y me iré,
porque no quisiera hartarte,
con la música a otra parte
(y ya me tomé el café). ☕️