Viendo nada
En un rincón del alma, la bruma se asienta,
desdibujando contornos, la luz se lamenta.
Ojos abiertos, pero sin perspectiva,
un horizonte gris, donde nada se aviva.
La sombra se pasea, sigilosa y callada,
susurra en el viento una historia olvidada.
Cada paso es eco, un suspiro lejano,
la realidad se esfuma, como arena en la mano.
Caminos crujientes, desiertos de ausencia,
un laberinto interno, sin brújula ni esencia.
Las estrellas, lejanas, apagan su fulgor,
y en ese vacío, se siente el dolor.
A veces me pregunto, ¿qué es ver lo que no hay?
Es el murmullo eterno que al silencio le doy.
Es un cuadro sin marco, un verso sin rima,
una danza sin música, una sombra que se aproxima.
Viendo nada, la mente se asienta,
en un mundo de sueños que el tiempo alimenta.
Y aunque impere el vacío y la calma extraña,
en este ver nada, el alma se baña.
A lo lejos encuentro mi voz,
un eco tenue, un resplandor atroz.
Y aunque vea nada, hay en mí una llama,
que en lo invisible, halla su propia trama.