William26🫶

No soy fácil

No soy fácil
por Wcelogan

 

No quiero mariposas
que vuelan en mis orillas,
ni aromas robados
a jardines sin dueño.

No me alimentan ojos
que sólo tantean lejos,
ni halagos disfrazados
con olor a carnada.

Me miran como un secreto
sepultado y oscuro,
como si mi valor
fuera llave de templo
cerrado por voluntad.

Lo sé. No soy fácil,
no porque me crea más,
sino porque no vendo
ni calma ni cimientos.

Mi estatus no viene
del oro ni del traje,
ni de la fama vana
que con el tiempo muere.

Quien quiera entrar a mi mundo
deberá hacerlo
sin caretas,
sin trampas,
sin miedo,
mirando la verdad
—sin pestañear—,

con la mirada honesta,
el gesto que no exige,
el silencio compartido
como pacto que respira,
la presencia que no invade
pero permanece.

No soy salvación,
ni premio de consuelo.
Soy llama viva.
No me entrego.
Se me conquista a pulso,
con mérito,
con empeño,
como quien cruza fuego
sin disfraces
ni temblor.

Nota del autor:

En un mundo donde a menudo se espera que el hombre cumpla con un catálogo de virtudes para ser considerado un “buen prospecto”, he notado que, en demasiadas ocasiones, ese juicio se formula bajo parámetros superficiales: la apariencia, la posición económica, la proyección social. Se habla de integridad, pero muchas veces se exige como envoltorio brillante y no como raíz verdadera.

Esto me llevó a una pregunta simple pero incómoda:
si la mujer tiene el derecho —y hasta la costumbre— de establecer criterios para elegir, ¿por qué el hombre no podría también plantear los suyos? ¿Por qué no exigir, con la misma firmeza, honestidad, autenticidad y profundidad?

Así nació No soy fácil. No como una revancha, sino como una declaración de principios. Un manifiesto que defiende la dignidad de elegir a quién abrir el mundo interior, sin miedo a poner límites claros y sin vergüenza de exigir reciprocidad. Porque la entrega no debe ser automática ni dictada por la presión social: debe ganarse con mérito, con verdad y con actos que sostengan lo que las palabras prometen.

No soy fácil es, en esencia, la afirmación de que el valor personal no se negocia; se reconoce. Y quien quiera alcanzarlo, debe hacerlo a pulso.