Bailé hasta el alba
En la oscuridad,
miles de estrellas cruzan mi mirada,
tan bellas…
pero tan lejanas.
El viento, susurrando entre tinieblas,
me arrulla —
como si el frío no existiera
cuando escucho su canto.
Contemplo el universo
y en su vastedad,
la distancia callada
de los amantes eternos.
La tormenta aún danza,
pero yo…
yo bailé hasta que el sol despertó.
Y su calor,
su dorado consuelo,
me envolvió el alma entera.
Volaba tan alto,
solo para rozar
la belleza indescifrable
de la luna callada.
Me perdí
en un momento eterno,
ciego de luz,
consolado por el fuego del día.
Y en ese instante,
fui libre
bajo el cielo
que arde y sueña.