Me despierto, planifico las próximas horas
el viento se queja detrás de la ventana.
Pongo la radio que no escucho.
De nuevo la sensación de vacío
a pesar del vuelo de imágenes en mi cabeza
y del run-run de abejas luminosas
que esparcen el polen de la falsedad y la mentira.
Vuelan aviones cargados de lluvia
por las nubosas cintas que extienden en el cielo
por las llamas a contraluz de la madrugada
por los lamentos de los seres calcinados.
Me levanto, preparo el desayuno.
El entorno está vestido de silencio
sólo el susurro de palabras lejanas
que algún día conversaron en espacios de cordura.
Se alargan los ruidos del mediodía.
Me siento extraña, no encajo en el mundo que me envuelve
y me ciega con un círculo de luz.
Permanezco al margen de la tristeza
para que no me duelan los sentidos.
El día va quedando atrás. Es la hora del telediario.
Lo veo y me crece la noche
hasta provocarme heridas en los huesos.