En la hondura brutal de mi conciencia
acecha una alimaña encadenada,
me muerde el corazón en la emboscada
y astilla la razón sin indulgencia.
Devora del sentir toda su esencia,
me cerca con su sombra envenenada;
quisiera destriparla de una arcada
y hundirla en el abismo sin clemencia.
¿Por qué, siempre que brotas de la nada,
pretendes que mi vida se calcine
y acabe en alma rota y condenada?
Deja que al fin despierte la alborada,
que pueda guiar mi pulso y se encamine
hacia la luz serena y sosegada