Las piedras no callan,
solo hablan en un idioma lento.
Han escuchado risas junto al fuego,
llantos que mojaron su piel,
y pasos que cruzaron caminos
hace tanto, que el viento olvidó sus nombres.
Cuando el sol las acaricia,
cantan con un calor dorado;
cuando la lluvia las besa,
susurran canciones de agua.
En la orilla del mar,
guardan tambores de espuma,
y en lo alto de la montaña
suenan como campanas de aire.
Cada piedra es un pequeño cofre,
lleno de melodías que nadie compuso
y que, sin embargo,
siguen vivas, esperando
a quien quiera escucharlas.