Una tarde, hace ya mucho tiempo, en un pequeño palacio, allí entre montañas, muy alto casi rozando el cielo, la pequeña princesita, se acercó a la ventana apoyó sus bracitos sobre el marco y espero la llegada de su águila, como era su costumbre desde que...
En los peñascos rojizos, no muy lejos de allí, tenía su refugio una bandada de aquellas aves esbeltas y sabedoras de su fuerza.
Una tormenta produjo un rayo, en una noche de invierno cruel, que cayó castigando el natural albergue. Todos, despavoridos, quisieron escapar de aquel fenómeno destructor, muchos no lo lograron, hubo algunos que llegaron hasta los techos del palacio cercano.
Al amanecer siguiente, un pequeñito pichón, estaba tiritando en un recodo de la ventana de la princesita. El ruidito sobre el vidrio, despertó a la niña. Llegó hasta allí y recogió al indefenso. Con suavidad lo puso sobre una de las mantas de su cama. Corrió uno pequeño armario y escondió allí a su protegido.
Los días siguieron a las noches; el mocito quiso salir y recuperar su libertad. La anfitriona comprendió y aceptó el pedido. Con lágrimas en los ojos, y una congoja en su corazón, observó el despegar del contento jovencito. En segundos se perdió de su vista.
Imagino la vuelta al hogar, quien sabe que encontraría allí. Largo rato quedó mirando el cielo; aquellos días juntos pesaban y una tristeza envolvió a la niña.
Era el día de su cumpleaños, sus quince abriles la encontraron convertida en una picarona jovencita, dueña del amor y el cariño de sus padres.
Era amiga de todos los dependientes, se metía en todos lados, todo le interesaba, todo sabía y su vida era casi un idilio.
Mientras se ponía el vestido a estrenar, para la fiesta en su honor, que ya estaba por comenzar, un rasguido en el vidrio de la ventana llamó su atención.
Un frío la paralizó, allí lo vio, un precioso ejemplar de su raza, altanero, sus ojos directo a los de ella, no podía ser, era imposible...con cautela caminó a su encuentro, dudó unos instantes...era su oportunidad, no podía dejarla escapar, abrió de par en par las ventanas...el majestuoso águila, no se movió, su mirada era para ella, ahora si estaba segura, era él, su amigo, volvió para desearle Feliz Cumpleaños.
Y colorín colorado este cuento ha terminado.
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