Neruda con el ala rota
Neruda volaba sobre los Andes altos
con un ala rota y el pecho encendido.
Bebía en la sed del pueblo dolorido,
y en su palabra ardía el pan y el canto.
Hijo del barro, del cobre y del rocío,
orgulloso sembró en la voz humilde
el fuego que deshiela los inviernos
de las bocas silenciadas por el miedo.
Sus versos cruzaban muros de metralla,
rompían las mordazas impuestas por
las botas de los viles generales,
y alzaban la esperanza entre los pueblos.
Fue trueno, fue raíz, fue flor de acero,
fue el grito que no muere en la memoria.