Dianne D.

Ebria confesión

Empiezo a temer que no eres de esta tierra, Margarita...
O tal vez sea yo,
demasiado de carne, de hueso, de lágrimas,
para amarte sin quebrarme.
Tan hondamente humana que al verte
la voz se me esconde como si tus ojos
leyeran en el corazón,
leyeran versos que no escribí.

A veces me aterra este amor,
como si fueras puñado de arena entre mis manos,
y con solo tocarte, te perdiera.
Hay días, y no se me olvidan, Margarita
en los que tu amor me embriaga hasta lo etéreo,
y me asusta volver al mundo sobrio,
ese mundo gris,
donde hablar de amor es desatino
y confesar cordura es delito.