🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

Alma desnuda

 

Alma desnuda

El día que escogí para ir a verte,
nació con mucho sol y pocas nubes;
y estando decidido fui a los clubes
de antaño, para hablarte y conocerte.

Llegué justo al horario, no fue suerte,
sino una decisión de mil querubes,
pidiendo pues subir donde tú subes
y anclarme en el suceso de tenerte.

De pronto, vi surgir entre dos valles
la sombra de una chica, noble y bella,
que puedo hacer alarde, con detalles:

al verla y descubrir que sí era ella,
le dije al corazón, jamás me falles,
hoy tengo como cita a una estrella.

II

En eso te acercaste con sigilo,
dijiste: —¡Buenas tardes, caballero!
Me honra que ha venido con esmero
y noto que se siente muy tranquilo.

Colgando estaba entonces sobre un hilo
y atento, respondí: — le soy sincero,
al hombre que ha mirado y me refiero
es alguien muy marcado por su estilo.

Pero ella, sumergida entre la duda,
difiere en el instante, ¡buen varón,
me place conocerle sin que eluda

la estrecha circunstancia por mención:
¿su vida y su consciencia está desnuda?
Al verlo se me achica el corazón!

III

Previendo que ya estaba en descubierto,
le dije: — tengo mucho que contar;
la noche me acompaña en mi soñar
y el día me bendice ya despierto.

Yo soy el que navega puerto a puerto,
lo sabe cada playa y cada mar,
mas hoy, que tú lo puedes presenciar,
te digo, si estoy vivo es que no he muerto.

Y viéndome a la cara aquella dama,
me dijo: sigue siendo lo que has sido,
—frotándose las manos, en pijama—.

Por tanto, caballero, muy querido,
compruebo que su pecho es viva llama
y tiene de evidencia lo vivido.

IV

Oyendo de sus labios, tales cosas,
sentí inmediatamente el vivo amor;
y viéndome cautivo con honor,
le dije unas palabras muy hermosas.

— Yo siento un titilar de mariposas,
pasearse entre el jardín como una flor.
Son todas el antídoto al dolor,
confirmo que son bellas, luminosas.

Mas ella, se negó a tal sentir
y dijo: — ¡¿Qué te crees tu conmigo?!
Si solo te escuchaba, por decir.

Mi amor no se lo ofrezco ni al amigo.
Espero que comprendas mi bullir,
ha sido un gran placer charlar contigo.

V

De nuevo, respondí, con gran decoro,
rompiendo aquel silencio que acudía:
— entiendo tu postura, vida mía
y pido mil disculpas si te exoro.

Llegar a este lugar que conmemoro
fue idea que en razón se convertía:
por tanto, el encontrarte en pleno día
es algo que respeto y que valoro.

Por eso al escuchar mis remisiones,
miró esta vez mis ojos con ternura
y dijo: — son de sabios tus perdones.

Ahora, yo te pido una aventura.
Dejemos que en el alma las canciones
nos canten del amor como criatura.

                                Samuel Dixon