La luna mira al niño solitario
le sonríe con su rostro manso y frío,
le cuenta historias de un mundo tardío,
de estrellas fugaces que cruzan su imperio.
El niño, con ojos de asombro y de misterio,
la mira, y se pregunta despacio:
“¿por qué siempre está en silencio?;
¿o es solo un dibujo de mi imaginario?.
Le habla de cuentos que el tiempo olvidó,
de mares de plata que el sol pintó,
de colores que un adulto perdió.
Y el niño, absorto, alza su mano al cielo,
mientras con su dedo señala un círculo
y descubre juegos de azul terciopelo.