Me miras como el mar devora a las estrellas
dejando tu sombra clavada en mis huellas;
me sigues como la noche que al viajero atropella,
fiel y constante, en mis pasos te quedas.
Me muestras las risas de ecos pasados
enseñándome que la dicha vive en otros lados
Hoy debo suplicarte que al fin te disuelvas,
que te vayas y que nunca vuelvas;
Creí que eras el abrigo del invierno,
el refugio de mi cruel infierno
Pero no eres la brisa que acaricia mi calma,
eres la soledad que oprime mi alma.
Hoy elijo seguir adelante, libre de tus cadenas,
dueña de mi destino, guardiana de mi vida.
Te cierro la puerta… y no habrá despedida.
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