Abre la nube un lienzo de neblina,
y un ave de metal traza su vuelo;
pinta con luz la curva de su cielo
y bebe del rocío que la inclina.
No canta: su garganta es la resina
del viento que se esconde bajo el velo;
sus alas, dos suspiros en anhelo,
persiguen la frontera que adivina.
¿Quién cazará su sombra desprendida
si vive entre la lluvia y la pintura?
¿Quién guardará su trazo en la caída?
El barro calla. El aire la murmura.
Y aquella espátula, mitad herida,
firma su libertad sobre la altura.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025