Camino entre murmullos y palabras,
son ecos que no logran alcanzarme;
hablo, y descubro pronto que me cansa
la prisa con que quieren encerrarme.
Me vuelvo selectivo sin quererlo,
no todos saben ver lo que yo miro;
hay gestos que me hieren, sin hacerlo,
y juicios que se clavan como un tiro.
A veces me fastidia su manera,
sus risas huecas, su verdad tan pobre;
y entonces vuelvo a ser la misma piedra
que escucha y calla, aunque la noche cobre.
Pero hay noches, maldita soledad,
en que tu voz retumba y me derriba;
y aunque escape del mundo y su crueldad,
me ahogas con tu abrazo que cautiva.
Luna llena, tú miras desde arriba,
como quien sabe todo y nada dice;
y yo aquí abajo, alma fugitiva,
contando los silencios que me hice.