Pudieron, con su luz de doble estrella,
tus ojos a los míos ablandarlos,
y al sentir la ternura de tu mano
se partió mi coraza ante tu fuerza.
Me enamoró tu larga cabellera
y al caer en tu abismo breve, ardo
y vivo a diario más enamorado
del constante crecer de tu belleza.
La piel llena de ardor de tu figura
solamente logró encenderme en hielo
y ahogarme dormido en viva lluvia.
Veré tus ojos bajo el sol de enero
y al fresco trueno de mi lira, musa,
ven a mirarme, que por ti fallezco.