Tras el vidrio empañado
la noche humedece tu espalda.
Soy la sombra que no besa
el viajero de tus avideces
codiciando el mapa que te define.
Recojo las migajas
el hilo tibio de tu lubricidad
mientras mi ojo —monje indiscreto—
bendice las honduras de tu cuerpo.
No me mires.
Si me encuentras
dejaré de habitar tus espejos