lictor Quevedo

Aurora en tus ojos

Te vi, y el alba cedió su aliento,

dobló su oro, tembló su ardor.

Como si el sol en su nacimiento

rindiera su reino ante tu fulgor.

 

Tan pura, etérea, brisa en la altura,

un soplo bastó para arrebatarme

como el río que olvida su ruta

 como sombra negándose a nombrarte.

 

No fue solo tu gracia callada

fue tu risa, tu voz, tu alma infinita

cada gesto tuyo, un sol sin morada 

cada suspiro, la brisa bendita.

 

Quise llorar, no por pena o duelo,

sino porque mis ojos tiemblan de fe,

pues vi en tu luz el alto consuelo

de un mundo forjado en eterno Edén.

 

Daría mi vida, mis horas, mi aliento

por verte mil veces y mil más seguir.

Si Dios me entregara otro firmamento

volvería a elegirte, volvería a existir.

 

Siempre tú, estrella sin ocaso,

siempre el oro en tu piel reflejado,

 porque no hay luz que valga su paso

si no es la que en ti ha despertado